domingo, 10 de mayo de 2015

Letras del ayer






 
Revisando escritos del  ayer, de manera objetiva, encontró señales que nunca  vió y que pululaban sobre ella, como abejas sobre el néctar de la flor. Y se dio cuenta que lo había perdido mucho antes de que terminara, y que la ausencia y la distancia levantaron un iceberg mayor que el que hizo colapsar al Titanic, que por más llamas que encendiera,  aunque le echara gasolina, no iba  a calentar, porque el frio, era un miedo ancestral que congela hasta los huesos, que el motivo nada tenía que ver con lo que  ella era, sino con la historia que había detrás de él, y que hace, que hasta el alma más valiente temiera (y él no era valiente), no para la clase de valentía que significa separar las realidades y darle a cada una su justo valor y el lugar que corresponde. Siempre tuvo que pagar los platos que no rompió, el por su historia, ella por él. Y aun así creyó en el amor, en las palabras, en las vivencias, y ella  lo amó más que a su propia cordura, y su amor  le devolvió a él la fe, la estima, el valor y pudo hacer lo que nunca hizo, entonces, a partir de ella, creyó en él cómo no lo había hecho  y despertó, abrió los ojos y se atrevió a coquetear consigo mismo y con la libertad, que siempre quiso, pero nunca supo cómo lograr o afrontar. Y entonces ya,  con su fuerza, su seguridad y estima,  más no con ella, alzo el vuelo…

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